Partiendo desde el puerto, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se abre hacia el oeste en una onda expansiva que se va tornando menos cosmopolita y más barrial a medida que se aleja del epicentro. Los centros comerciales, los locales de Starbucks y las tiendas de souvenirs para turistas le van dando paso a los almacenes de barrio, a los clubes sociales y a los mercados de pulgas. Un ambiente más propicio para ciertas pasiones del ser argentino, como el rock nacional (”en el oeste está el agite”, advertía Divididos) y el fútbol. Ciertamente, yendo hacia el oeste se cruzan muchos estadios, como el de Vélez (en Liniers), el de Nueva Chicago (en Mataderos), el de Ferro (en Caballito) o el de Deportivo Morón, el rival de turno de San Martín.
Conocida popularmente como “la capital del oeste” bonaerense, la ciudad de Morón (cabecera del partido homónimo) está fuertemente identificada con la figura de un gallo. Para el forastero es fácil atar cabos y llegar al siguiente silogismo: a Deportivo Morón le dicen “el gallito”, por lo que es muy probable que la ciudad haya adoptado al animal como símbolo de su orgullo por el club. Sin embargo, fue exactamente al revés: es el club el que lo tomó de la ciudad, allá por fines de la década del 50. De hecho, existe una estatuilla llamada “Gallo de Morón” que la intendencia entrega a personas e instituciones como renocimiento por actividades que favorezcan en bienestar de la comunidad.
Una teoría que fue desmentida
Hasta el día de hoy, mucha gente (incluyendo locales) cree que la elección del gallo como emblema de la ciudad tiene que ver con que en Morón las riñas de gallos eran muy populares durante la época colonial y, pese a que luego fueron prohibidas, se siguieron realizando de manera clandestina durante mucho tiempo. Sin embargo, dicha teoría ya ha sido desmentida, al igual que otra que aseguraba que el origen del apelativo había surgido cuando, durante un partido, un hincha arrojó un gallo a la cancha.
El apodo tiene origen español
En realidad, la explicación viene desde el otro lado del Atlántico. Más precisamente, desde un pequeño pueblo español llamado Morón de la Frontera, situado en la región de Andalucía. Allí circulaba desde el siglo XVII un refrán que decía: “Como el Gallo de Morón, sin plumas y cacareando”, en alusión a una persona que se queja por haberse quedado sin dinero. En realidad, el “Gallo de Morón” era un juez llamado Juan Esquivel, quien había sido enviado a dicho pueblo para interceder en una disputa entre dos bandos. Sin embargo, su altanería (por la que le fue puesto ese sobrenombre) colmó rápidamente la paciencia de los vecinos, quienes lo golpearon y lo echaron de la ciudad completamente desnudo. Esquivel se marchó gritando que nunca más volvería a aquel lugar. Por eso lo de “sin plumas y cacareando”. Prueba de esta versión es que existen otras ciudades del mundo llamadas Morón que también adoptaron el gallo como símbolo. Por caso, hay una Morón en Venezuela, otra en Haití y otra en Cuba. Esta última tiene una estatua muy famosa de un gallo en la entrada de la ciudad.
Un anticipo de lo que se le viene al "santo"
La Morón argentina también tiene la suya, por supuesto. Está en la esquina de una plaza, paradójicamente llamada San Martín. Y hay más: en la esquina opuesta a la efigie del gallo se cruzan las calles San Martín y Almirante Brown, como un anuncio de la próxima final que le espera al equipo de Pablo Frontini.
Por cierto, a un par de cuadras de dicha plaza, donde hasta una década estaba situado el Francisco Urbano (el viejo estadio de Deportivo Morón), hoy existe un Coto. Por lo visto, los supermercados están a la pesca de los predios de fútbol. Y de hecho, el empresario Alfredo Coto fue uno de los que ayudó al traslado del club hacia su nueva sede, el Nuevo Francisco Urbano, ubicado sobre la frenética avenida Hipólito Yrigoyen, donde en cada cambio de semáforo parece estar a punto de ocurrir un accidente. En junio de este año, el "gallito" celebró los 10 años de su nueva casa, en la que espera algún día celebrar el sueño del regreso a Primera.